sábado, 10 de enero de 2009

Los niños mueren


Los niños mueren por el fuego en Argentina y en Palestina. Allá lejos, en una tierra de mujeres vestidas de negro y con sus caras cubiertas, por donde se cuelan miradas tristes, caminan entre los escombros del poblado de Rafah, en la franja del horror. Las bombas caen en las casas y destruyen paredes y familias. Los niños mueren en escuelas, hospitales o mezquitas. La guerra de los adultos aplastó sus vidas para siempre, mientras soldados cargando sus metrallas camina por las calles de la franja.
En otro país, con otras religiones, los niños mueren por el fuego. Familias pobres, que compartían un edificio abandonado, se despertaron en la noche cuando las llamas comenzaron a consumir el interior. Los hogares eran casillas de madera, adentro de un antiguo banco, en el barrio de La Boca. En un tiempo, ese lugar representaba el poder del dinero y la expansión, de la mano de un italiano que se llamó Antonio Devoto. Ahora sólo quedan las paredes. Y el dolor de saber que seis hermanitos no escaparon al fuego y murieron. En cualquier lugar del mundo, parece que los niños no valen nada. Mientras tanto, los que deben mandar están de vacaciones. Sigan así, total hay muchos chicos aún vivos a los que pueden maltratar.

jueves, 8 de enero de 2009

Adios, Pascal


Debajo de un árbol, en una tierra lejana y extraña, murió Pascal Terry. Tenía 49 y el sueño intacto de correr el Dakar. En el monte pampeano su vida se apagó en forma lenta: bajó de su moto, se quitó el casco y buscó la sombra de la planta que no conocía. Allí sentado, y con algún malestar por el esfuerzo de correr en su moto Yamaha 450, la mirada recorrió un terreno ajeno a su país: Francia. A la región de su nacimiento: Normandía.
Entre los árboles de La Pampa, en soledad y sin ayuda, quizás bebió un poco de agua y recordó a su pareja y su hijo. Mientras su cuerpo cedía, la tecnología para ubicar a los pilotos también cedía y revelaba impericia. “Murió por un edema pulmonar, por la ingesta de algún alimento”, dijeron voces oficiales, muchas horas después. Cuando lo encontaron, Pascal estaba boca arriba, con su espalda apoyada en un suelo arenoso. En un tiempo descansará para siempre en su tierra, de verdes matizados, desde donde partió una mañana con el sueño de correr en moto el Dakar. La muerte lo cruzó demasiado temprano. Adios, Pascal, tu patria espera por vos. Otros deberán responder por la incompetencia.